El Instituto para la Ética en la Comunicación y las Organizaciones de la Universitat de València ha publicado el Decálogo de Buenas Prácticas en Liderazgo Humanista; una relación de compromisos para hacer de las organizaciones lugares más humanos, con prácticas que, contribuyendo a la máxima productividad, velan además por la dignidad de las personas y su pleno desarrollo humano con un propósito ético que, sin renunciar a los beneficios, respeta el planeta y busca contribuir al bien común.

El Decálogo es fruto del trabajo de co-creación entre académicos y directivos/as empresariales llevado a cabo la primera semana de mayo en el Real Colegio Complutense de Harvard (RCC), impulsado por el IECO y suscrito por la International Humanistic Management Association (IHMA). En línea con el Manifiesto que se recoge en su Web, Michael Pirson (Fundador y Presidente de la IHMA) anima a todas las organizaciones que quieran adherirse a este Decálogo a comprometerse por crear una Cultura Humanista del cuidado, el compromiso y la confianza.

Como explica el profesor Manuel Guillén (Director del IECO y de la Cátedra de Ética Empresarial IECO-UV y representante de la Universitat de València en el RCC de Harvard), una Cultura Humanista es aquella que busca el bien verdaderamente humano de todas las personas implicadas con la organización, donde se concilian el propósito organizacional y el personal de todos sus miembros, fomentando una visión del trabajo digno, bien hecho, altamente productivo, y con sentido vocacional y de servicio.

Las organizaciones que compartan esta visión, y quieran unirse a la Misión de promover una Cultura Humanista, se comprometen a las siguientes prácticas:

  1. Velar por la infinita dignidad humana y el desarrollo pleno de todas las personas.
  2. Asegurar las condiciones de trabajo más dignas, de modo que todas las personas sean y se sientan tratadas como les gustaría ser tratadas, sabiendo preguntar, escuchar y responder a cada persona.
  3. Promover la seguridad psicológica, fomentando la iniciativa, la responsabilidad y el reconocimiento, admitiendo la vulnerabilidad de todas las personas.
  4. Contar con un propósito organizacional ético, que contribuya al máximo rendimiento de la organización y al pleno desarrollo humano, respetando nuestra casa común, el planeta.